Siento el peso irregular del tiempo
Reinventamos el pasado en la memoria
Contamos los años porque es más fácil que contar el dolor
Que contar cuatro décadas llenas de una felicidad
Y de una angustia que aún es indecible
De banquetas afuera de hospitales
De entierros, cremaciones, misas de años
Años que se repiten desordenadamente
Infinitamente en las sobremesas y en el recuerdo
Vago de algo que nos hace reír y que nos puede hacer llorar
Pero no nos detenemos a pensar
Porque las voces aún resuenan con claridad en las mentes
En las paredes de la casa que se transmutan
Pero en esencia siguen siendo las mismas
Una sala que ya no existe en la que alguna vez me sonreiste
Una biblioteca que ya no tiene libros
Una casa en medio de la sierra donde ahora sólo hay bosque
Y el deseo de (siempre, absolutamente siempre) volver
No a los lugares perdidos o transformados
Si no a las voces, las risas, las manos
Pero a pesar de todo seguimos hacia adelante
El único lugar al que los calendarios saben llevarnos
Cruelmente dejando atrás los tiempos dorados
Reconstruyéndonos sobre estas ruinas que quedaron
Milagrosamente atreviéndonos a mirar al frente
Milagrosamente volviendo a vivir en el momento presente
Milagrosamente encontrando nuevos tiempos dorados
Teniendo el descaro de a veces ser felices
Y la mala costumbre de a veces recordar y volver a sentir
Esa bola de nostalgia atorada entre el pecho y la garganta
Que nos hace volver a extrañar y, de vez en cuando, llorar hasta dormir
-Ian