jueves, 29 de septiembre de 2016

En las rocas

                     En las rocas

Le salía espuma blanca de la boca mientras caía al piso lleno de polvo. Todos corrían y él sólo podía pensar en lo que le había prometido a su madre.

   -No te preocupes, nunca volveré a estar allí-

   Lo pusieron en una bolsa blanca mirando hacia el cielo.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

La muerte seca


La muerte seca



Enterraron a Mina en Oaxaca.

Ella realmente no despertó del largo sopor de los muertos hasta que escuchó largamente las palabras del cura sobre ella y observó con horror su funeral, sintió con indignación el ataúd abierto y aquella ultranza a su privacidad de cadáver le preocupó más que el hecho de estar muerta, sólo se sintió triste al ver a Jorge, su esposo, de negro y de luto abandonar el panteón después de que bajaron el veliz a la tierra a la espera de ser cubierto de tierra. Mina sintió miedo, mucho miedo, haciendo un increíble esfuerzo de voluntad logró despegarse, dolorosamente, de su cuerpo terrenal.

Tenía miedo de quedarse ahí enterrada, muerta como los muertos y encontró que podía morir viva.

Salió del cementerio y descubrió que aún era corpórea, que aún pensaba como siempre y caminó, encontró Oaxaca, la ciudad, apacible, hacía frío, le sorprendió un poco sentir frío en ese estado, pero caminó todavía más hasta llegar a la que había sido su casa con Jorge. Encontró a Jorge triste y moribundo, fue en ese momento cuando Mina se dio cuenta para que  había huido de con los muertos, para estar ahí.

Se dio cuenta que no la veían, nadie la veía, y se sorprendió aún cuando se encontraba con gente que también estaba muerta en la calle, pero nunca les habló, no se hablaban entre ellos, cada quien caminaba ensimismado buscando a los vivos que no los veían ni los recordaban ya.

Fue por ese entonces cuando Mina se dio cuenta de cuan lento pasa el tiempo cuando se está muerto, pasaba las horas largas recorriendo Oaxaca sin la más mínima nostalgia, con una agria añoranza veía Santo Domingo, Catedral, la cantera verde en el piso y en las paredes, y los mercados y sentía una vaga ansiedad al descubrir el antojo de chocolate, hasta que un día descubrió que podía comer, aunque no saciaba el hambre ni el antojo era una especie de alivio para la mente. También le sorprendía el calor de primavera que la asaba aun muerta y extrañaba el sudor, extrañaba la sed y el sueño, pero ahora el calor sólo traía una profunda estupefacción, no podía sudar, era una muerte seca.

Luego Jorge volvía de trabajar y Mina lo seguía el resto del día, seguía aquel viudo que vivía de negro luctuoso y conservaba el anillo en el anular izquierdo, y que ya no hacía nada más que trabajar y postrarse en casa recordar. Era un espectáculo triste y Mina lo acariciaba y le susurraba canciones al oído, pero Jorge no la veía, no sabía que estaba allí, se iba a dormir y Mina salía a la calle y miraba a lo lejos la Guelaguetza eterna de los muertos que sólo habían huido de la muerte para bailar. La muerte era inexplicablemente lúcida y clara, podía darse cuenta de lo que en el ajetreo de los vivos no notaba, escuchaba la noche llegar cerca y a las estrellas explotar en un concierto para crear más estrellas porque aquella era la única ciudad en el mundo donde se podían ver noches estrelladas, cuando pasaba el espectáculo volvía con Jorge que seguía dormido y añoraba dormir, podía hacerlo, pero los sueños de los muertos eran siempre el mismo, se soñaba que se estaba vivo, y soñar aquello sin descansar, porque nunca se cansaban, era bastante irritante, entonces no dormía. Recibía a la madrugada con el estruendoso trepidar de los gallos por los tejados y la luz clara de la mañana la obligaba a pararse y seguir sus tribulaciones por la verde Antequera.

Era en el alto calor del mediodía del valle, en la explosión estrellada de la medianoche y en el corretear de los gallos en la mañana cuando más miedos y dudas asaltaban a Mina, y sentía ganas de llorar, no podía, volvía a añorar el sudor y sentía su cuerpo inexistente como una forma líquida, casi como una lágrima, se daba cuenta que entonces era cuando la muerte seca se convertía en una muerte líquida. Tenía temor de no envejecer con Jorge, de quedarse joven y que Jorge al morir y no encontrarla vieja no la reconociera joven, también tenía terror de haberse equivocado al no admitir la muerte normal, de estar por un error en un mundo de los vivos que ya no le pertenecía.


Pero pensaba en Jorge y todo se dispersaba, lo cuidaría…, por eso había huido…, para cuidarlo y que así él muriera de muerte natural ya muy anciano, entonces iría a su funeral y seguro que él podría verla, le enseñaría a salir de la exorable muerte de tierra y, al fin, podrían vivir juntos por los siglos de los siglos en la faz de la muerte seca de Oaxaca.


Ian García Varona 

miércoles, 21 de septiembre de 2016

2.

2.

Espejo de agua
suma de todas las cosas que he deseado
(y de todas las cosas que he perdido).

Me asombras
porque tu voz suena como la narración de un cuento de Jack London,
porque tus dientes brillan,
porque tu nombre no es una aliteración,
sino, más bien,
un nido en la isla de Robinson Crusoe.


Ian García Varona

lunes, 19 de septiembre de 2016

Sordismo

Sordismo

Iba diciéndolo desde ayer
 -Mañana todo será mejor,
  mañana todo será más sencillo.-

Entre vuelta y tanto
lo vi sintiendo luz
y si la luz no engañaba
qué hacía
y si la luz no engañaba
no era
y si la luz no engañaba

la luz no engaña
no engañaba
no me corría

Y entre tanto y vuelta
se separo en capas
una más grande que tú
pero menos que él
más grande que tú
pero más que yo
más grande que tú
más que yo

y entre tanto y vuelta
trac trac trac
con la boca ocupada
crac crac crac

y con las manos en puños
y con las manos en puños
no me lo dijo
no me lo tenía que decir
no me lo dijo
no

Iba diciéndolo desde ayer.
 Y como en un soplido
 -Mañana, mañana, mañana-