martes, 28 de marzo de 2017

Ensayo “Moonlight”


Ensayo “Moonlight” (Barry Jenkins) por Ian García Varona

La toma más importante en el filme “Moonlight” no carece de la certeza de técnica y belleza que acompaña al resto de la tesis cine fotográfica del largometraje, sin embargo, no resalta por el encuadre ni por la iluminación ni por un movimiento de cámara, sino, por la fuerza de la acción interna: una mano cerrándose sobre la arena fría de un Los Angeles nocturno.
     La progresión de tomas que preceden a este momento clave del filme (así como las que lo suceden) tiene un sentido claro en cuanto a su propuesta visual.
     Desde la primera secuencia observamos un montaje fotográfico de aparente caos, pero que esconde un movimiento armónico. La cámara parece despreocupada ante el encuadre de sus personajes, pero en realidad los persigue con calma, abraza la velocidad perpetua de los seres humanos que busca retratar, su privacidad (los momentos de vergüenza, de felicidad, de soledad) y no los encierra, los deja moverse alrededor con naturalidad, aceptando los pequeños momentos en los que imagen y personaje se permiten ser uno solo, y no podría ser de otra manera, el personaje se deja retratar (a menudo en momentos de catarsis) únicamente cuando es absolutamente necesario; cuando el espectador se ha ganado el privilegio de conocerlo.
     Así mismo, la utilización de los colores (partiendo desde otro extremo de análisis), es una pieza fundamental en el proceso de experimentar la película (porque esta película existe para ser experimentada, para servir a los sentidos como conducto de comprensión):
     Comencemos por las tomas de exterior e interior día que nos retratan un barrio del "hood" norteamericano, pero con una propuesta que nos aleja de su retrato convencional, fuera de las sobre saturaciones de Spike Lee o los tonos con una búsqueda más realista a través de la sobreexposición de Tarantino o Singleton, (y toda la serie de escuelas que se fueron creando alrededor de su representación), sin embargo el retrato de Jenkins remite a una especie de ensoñación, el manejo de la luz busca remitirnos a un espacio de onirismo relacionado con los recuerdos de la niñez (aunque no necesariamente se ubique en el plano del pasado).

     Sin embargo es imposible hablar de este filme sin mencionar el manejo de las tomas nocturnas, a mi parecer se pueden dividir en dos segmentos de color (cálidos y fríos) y que separan dos tipos de sensaciones a lo largo de la historia, usando una especie de “psicología inversa del color”, por llamarlo de alguna forma.
     Por un lado los tonos naranjas aparecen en los momentos claves de dolor y de incomprensión, los momentos en los que los personajes (ensimismados en sí mismos) se dejan ir con la corriente.

     Sin embargo los tonos azules (con guiños violetas) son las formas de verdadera poética que se encuentran dentro de “Moonlight”, el azul suele venir con los momentos de mayor estabilidad tanto en la puesta en cámara como en los movimientos internos y externos de cámara. El personaje al fin es libre, y no mediante el concepto de libertad que suele manejar el cine de Hollywood (esta creencia que la libertad viene acompañada de locura y vicio y vertiginosidad); no, es una libertad espiritual, una paz del alma y un azul infinito que resbala sobre el cielo y sobre el mar y sobre la piel misma de los personajes, sin buscar explicárnoslos, simplemente dejándonos ser parte de aunque sea un instante de sus vidas.

martes, 14 de marzo de 2017

Elena

Elena

Te miraba de una manera
que uno podía llenarse las manos de respiros,
de mañanas otoñales:

la vida era así.


Ian García Varona

martes, 7 de marzo de 2017

Las máscaras dadás


Las máscaras dadás


Suenan tres campanas, tañendo sucesivamente en intervalos regulares, primero de dos en dos, luego de tres en tres, el aire caliente se levanta de entre las rocas de concreto burdo, tierra aplastada, olor a algo indefinible, un tufillo como de humedad, plátanos, luego el silencio, seco, el aire tibio rondando el suelo, el ruido, apenas un murmullo, plástico, golpes suaves, arrítmicos, pasos, un breve intercambio de palabras, atisbos de ruda amabilidad, el vapor que se despega de debajo de los pies, calentando los cuerpos vivos, acá arriba, allá abajo el plástico, el tufillo, la sal resbalando por las sienes, chorreando en las cejas, la circulación constante debajo de la piel que roza la franela acartonada también por la sal, el plomo allá arriba, el plomo allá abajo, lo mismo, lo diferente, un precipitar de tierra, polvo, silencio, metal, tos, una mirada que se resbala, unas uñas que rascan, como rasgando, la carne agrietada, el plomo aprieta, el calor sube acá arriba caliente, también el tufillo, un dorso que acaricia la propia frente, secándola, un cristal que se rompe, refractándose en la mente las mentes todas las mentes, cegándolas, azul, rojo, un párpado que tiembla, un ojo que se dilata, un sístole, un diástole, una circulación (aún) constante debajo de la piel estirada, una orden monocorde que vibra en el espacio, suspendida, respiraciones, movimientos, allá abajo la brecha, los cuerpos calientes bajando, músculos tensándose sobre bajo los músculos tiesos, los cuerpos fríos que suben, piel blanda, desgarrada, una melena oscura, quebradiza, unos ojos vacíos debajo de una mata apelmazada por el óxido, una mueca dos muecas de infantil terror, el tufillo como de humedad, plátanos, el plomo allá arriba, el plomo allá abajo, cuatro cuerpos fríos, cartílagos acartonados tendidos sobre la tierra aplastada, sobre el vapor que se despega de debajo de sus huesos, desbaratándolos y luego los hombres dándose cuenta, el calor y el sol y el frío-Había una puerta al final del pasillo, pero al llegar al final del pasillo solamente había una ventana por la que se podía ver un jardín lleno de flores secas, un viento y una puerta al final del pasillo mamá dijo al regresar del trabajo que el fin de semana, una estela de luz que se vislumbraba infinita tras de ella, como una sombra cegadora, la bolsa y la puerta cerrada otra puerta cerrada, cortinas y costumbres mamá sentada en el sofá a mi lado desgranando una bola de palabras que apenas y rescataban una especie de significado bajo mamparas invisibles ¿indivisibles? Que nos separaban y que eran en realidad las lámparas encendidas a las tres, la porcelana y el murmullo del cristal caliente y el sudor siempre en la espalda, siempre en las esquinas, salado, seco y blanco enterrado en las sienes escuché a mamá llegar debajo de pie frente a mí misma soportando mi propia mirada sobre mis labios mis senos demorándome en los hombros y en el cabello húmedo, gotitas de humedad sobre la piel y sobre la superficie lisa juzgándome, desde frente una toalla y el aire frío, la voz de mamá y su voz buscándome la voz de pepe diciéndole que yo el sol pegando de rebote entre las paredes blancas y mí misma juzgándome desde las esquinas la madera blanca, fastidio suspiros, el grito de mamá, ya voy, todo lo demás, el armario desnudo y nada más pasos mamá hablando, una mosca llenando un espacio vacío suspendido el sol bajando por las venas marcadas, transparentando la carne, estática, un puño cerrado y la noche y papá una palabra elástica, cena fría dice él y el parloteo de mamá materializándose de pronto en pleno aire, tal vez dos o tres palabras que uno estiraba la mano y lo tocaba y dejándolas flotar boda hermano guerrero ¿tío josé (¿o era ramiro?)? preguntó pepe, sí, cuándo sábado temprano, luego unos días después de unos días que nada significaron  el bambolear del automóvil, el azul de una mañana envuelta en neblina, los faroles de la noche aún un reflejo que le devolvía gotas de rocío olor a anticongelante y un par de ojos que luego eran un par de cejas unos labios y una nariz que podría ser más pequeña el olor a campo y el radio reproduciendo casetes desiertos y pepe dormido junto a mí misma, lo que habría significado entonces una nube cruzando el cielo pero las nubes acariciaban las planicies allá abajo y acá arriba sólo llegaba un olor a excremento de caballo y a lumbre despertando, al mediodía el concreto levantándose en la orilla, las piernas entumecidas y algo frugal , una fritura o un refresco, luego de nuevo el camino y una breve inconciencia para despertar en el medio de la noche y luego volver a despertar en el inicio de la mañana, luego otro día exactamente al otro día, la tierra envolviendo las paredes y una sensación de vacío fue entonces tal vez pero lo cierto es que nunca llegó a saberlo-El pasillo enorme, las aulas vacías y la madrugada alejándose del complejo enorme, una sensación extraña de felicidad y verlo llegar como saliendo de una neblina o de un sopor y los días que pasaban y los abrazos y las pláticas y eso era todo, él y la madrugada, luego la madrugada ya se había ido y él no llegó, más tarde, tal vez, lo supo y se enfrentó a sí misma escuchando una y otra vez las mismas palabras escapando de sus labios que no parecían suyos debajo de esa nariz que podía haber sido más pequeña-Un hombre a mitad del camino donde no había nada más los brazos extendidos en cruz el sonido de la máquina enorme al crujir un jalón y una súbita consciencia de lo que estaba sucediendo, hombres y olor a sudor rancio y el grito de mamá y de pepe y el silencio de papá y de pronto algo lágrimas sobre el rostro sin saber nada de aquello, las piedritas sobre el suelo raspando los pies desnudos y luego la hierba fría y el sol perpendicular y papá allá a lo lejos pero demasiado cerca hincado y los hombres sobre nosotros y los hombres desmembrando el automóvil y otro hombre frente a papá quiénes son, preguntó papá abriendo la boca sin decir nada y luego el tronar de un relámpago en pleno día y con el cielo despejado el cuerpo de papá desplomándose frente a mis pies y luego otro tronar como un aullido de lobo y pepe ya no gritaba de pronto y mamá desgarrando la garganta una mano aplastando el rostro contra el suelo helado mamá frente a mí-En las tardes solían caminarse debajo de la sombra de las casas y unas manos que se estrechaban y algo que se parecía a una conversación y una sensación de total calma en los labios uniéndose y la puerta de la casa abriéndose-Y de pronto mamá ya no estaba allí y yo sentía como los iban levantando el olor y luego el frío en todo el cuerpo y las manos callosas sobre el cuerpo desnudo y diminuto y el reflejo sobre el metal del automóvil, el movimiento frenético la absoluta soledad el sabor a tierra y a metal un dolor que no lograba-Ella había soportado lentamente, su cuerpo sobre el de ella pero algo dulce mientras un dolor se apoderaba de ella y un ansia de él y algo de extrañeza después, algo de desolación después nada, sólo nada-Al final del horizonte una cumbre, hormigas negras y patas de arañas, el viento que se movía y manos que iban y venían sabía pero no sentía nada un perro ladrando en algún lugar pero ya significaba apenas algo, un labio temblando la propia sangre y la otra sangre, latidos que se demoraban, los hombres mirando, el viento salado una mariposa cruzando o tal vez y luego el metal frío algo parecido a la nostalgia reflejos que nada devolvían, sólo una consistencia como de cajeta, como de gelatina, una lentitud enorme, un desinterés, palabras dichas sin ningún tipo de coherencia dientes de león sobre la arena desbaratándose los zapatos el sudor rancio las moscas colillas de cigarrillos y el insistente metal frío en la frente y lo último, una risotada, después nada, ni siquiera un tronar ni siquiera un relámpago ni siquiera miedo ni siquiera un recuerdo, sólo nada-Cuando lo volvió a ver otras manos y otros labios y ella así y eso era todo-Los cuerpos luego cayeron sordamente y la tierra debajo se convirtió en la tierra encima y en la hierba que luego comenzó a crecer-José (o tal vez era ramiro) no lo supo hasta mucho después-Los hombres primero terminan y luego se van sobando sentando en el fondo de sí mismos tal vez habrían tratado de mirar a otro lado pero la piel marfil ojos descosidos un rostro que significó belleza alguna vez un pubis con aire de abandono de saqueo unas manos aún de niña a pesar de todo unos ojos enormes que de haber significado algo habrían pensado al ver la hilera formada sobre el suelo alrededor de polvo levantándose una pala clavada en la tierra habría pensado tal vez al ver los rostros al sentir la proximidad de la nulidad mamá papá pepe yo.


Ian García Varona

miércoles, 1 de marzo de 2017

Es fácil para mi decirlo

Es fácil para mi decirlo

Uno de estos días olvidare tu nombre
aunque lo tenga tatuado en la mente.
Olvidare que los caballos avanzan en ele
y solo responderé al llamado de las dudas ajenas.

Me atemoriza tu respiración
y el susurro que se queda resoplando en nuestra despedida.
Me da miedo no saber quien soy yo,
temo nunca encontrar que eres tu

Vi losetas acomodadas de mala manera,
nadie mas se dio cuenta.
No hay jacarandas en casa,
pero
si hay jacarandas en nuestro jardín
e hilos deshechos en el patio trasero.

¿Recuerdas nuestro primer encuentro?
Hay ornamentos en cada pagina que leo.
No hay historias ni rimas ni invitaciones al suicido.
Solo hay reglas de lozas mal acomodadas
Que tienden a cero
y solo uno se mueve en ele.

Yo no los vi, yo no estaba ahí.
No fueron tres días,
ni siquiera fueron días,
ni horas
Yo no los vi. Yo no los vi.

Tengo sesenta y cuatro paginas en blanco
y solo una manera de llamarlo.
No llegaría a tiempo para cenar,
ni si quiera para besarte al aire;
ni siquiera para eso

Uno de estos días se sentirá el ultimo latido
Y me olvidaré de nuestros nombres.
Uno de estos días se forjara el acero
Y yo no sabré si soy tan malo
como alguna ves lo creí.

Uno de estos días se acabara el tablero
Y me daré cuenta que no camino en ele.
Y tu tampoco.
Tu tampoco.

Pero esta bien,
es fácil para mi decirlo,
ya que yo olvido todo de mi.