El cielo está en llamas
Las horas palpitan aterradas
Ante la perseverancia del presente
Que las aniquila en su rugido constante
Tú y yo nos encontramos
En el espacio intermitente del después
No esperamos nada
Porque no hay nada que esperar
Congelados en la imágen pagana
De una cámara de video
Alejados de la cera y del celuloide
Del peso violento del pasado
Que cae sobre nuestros estómagos
Con la sensación indescriptible
De la artificial nostalgia
Y de las tantas memorias
Que nunca serán nuestras
Porque nada es realmente nuestro
Ni siquiera las luces led de los conciertos
O el tiempo perdido en la lucha eterna
Por no acabar convertidos en arcilla
En el polvo que cubre las flores de sequía
Y en las hojas blandas del otoño
Mientras tanto el día se pondrá
La máscara nocturna que nos quiebra
Y nos quedaremos solos
Con la añoranza del tiempo
Que nunca avanza que nos congela
En el ahora incesante
Dentro del círculo infinito
En el que nos observamos
Extendiendo nuestros dedos
Incapaz de rozarnos a través del reloj
Que avanza indiferente a la permanencia
A la persistencia eterna del momento
Moviendo los labios desesperadamente
Preguntando hasta cuándo
Hasta cuándo nos perdonará la vida
Hasta cuándo nos agotará la existencia
Hasta cuándo nos acariciará la muerte
Hasta cuándo
-Ian
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