miércoles, 25 de mayo de 2016

Escenario Quinto (o la fábula del sacerdote)

Escenario Quinto 
(o la fábula del sacerdote)



[…] 

Les contaré una historia 
(con hache minúscula) 
sobre un sacerdote de la iglesia católica romana 
(nunca supimos, honestamente, si estaba adjunto, asimismo, a lo apostólico), 
pero, es importante recalcar que este sacerdote 
(extrañamente) 
sí creía en dios, 
en fin, 
cuentan que solían verlo pasear por los amplios salones de un convento, 
aquí cabe un paréntesis, 
¿por qué un convento?, dirán, 
¿por qué no una llanura desértica?, preguntarán, 
¿por qué no un callejón con olor a cebolla en medio de Montevideo?, 
la verdad no lo sé, 
yo solamente cuento esto como a mí me lo contaron, 
continuemos, 
este sacerdote solía pasear por los amplios salones de un convento, 
las madres del convento agachaban la mirada al verlo pasar, 
hay dos versiones en este asunto, 
unos dicen que se agachaban en señal de respeto, 
otros dicen que hasta se persignaban en señal de miedo, 
pero eso, en realidad, es irrelevante, 
como iba diciendo, 
cuenta la leyenda que el sacerdote tenía un salón predilecto, 
el salón era amplio, 
las paredes eran sencillas, sin ornamentar, 
del cielo raso colgaba un candelabro del tamaño de un elefante, 
dicen que el sacerdote podía pasar horas, 
días, 
semanas, 
-aunque debo admitir que esta parte siempre la he encontrado inverosímil- 
hincado sobre sus rodillas orando 
hasta que un día el padre nunca regresó al convento, 
los que lo vieron por última vez cuentan 
-aunque igualmente, sin una descripción completamente satisfactoria- 
que salió caminando con pasos breves 
(otros dicen que iba caminando endemoniadamente rápido) 
que en sus ojos se podía observar una pureza inalcanzable para el hombre 
(otros dicen que se veían las llamas de la perversión en sus faz) 
que sus vestimentas iban impecables 
(otros dicen que tenía las prendas rasgadas a la altura del pecho) 
lo único en lo que todos concuerdan, 
(extrañamente) 
es que el padre llevaba una antorcha encendida en las manos 
(algunos dicen que la portaba con serenidad y otros que le temblaban las manos) 
después salió por las grandes puertas del convento 
y desapareció de la vida terrenal, 
y ese es el final de la historia, 
sin embargo lo interesante reside 
en la interpretación que se le ha dado a esta historia a lo largo de los años, 
una de las primeras conclusiones 
(demasiado evidente para mi gusto) 
es que aquella imagen era en realidad su espíritu partiendo al reino de dios, 
existe la curiosa postura 
(positivista, marxista, laica, etcétera, claro está) 
que el sacerdote al fin se había liberado del yugo de la religión 
para iniciar una revolución ideológica con los trabajadores del mundo, 
hay quien tiene la teoría que nunca existió, 
otros que afirman que simplemente regresó a casa, 
y no falta quien ha dicho que el sacerdote era un fiel seguidor de Eva Perón. 

[…]

Ian García Varona

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