jueves, 30 de noviembre de 2017

Memories, that's all

A veces siento aquí como que los recuerdos me están matando, siento y respiro todo lo que alguna vez fuiste tú, que en realidad es como si hubiera sido sólo yo, tal vez fue así, te ansío aunque ya te fuiste y no volverás, no como algo triste, sólo como algo cierto, te escucho como a un fantasma que recorre los pasillos de una casa vacía y oscura como un cliché y como un cliché me imagino que desayuno contigo que duermo contigo que existo contigo, y a veces me visto en silencio y presiento que me observas como a algo inevitable, o que yo trato de no observarte, quién sabe, a lo mejor nos mentíamos pero eso no es verdad, lo sé en estos ojos que son tan viejos ya, en una o dos fotografías que conservo debajo del colchón, en una poema de Efraín Huerta que tal vez no fue escrito para nosotros, pero cómo no, si nos hablaba entre sueños, en las noches eternas después de ti, aunque nadie sepa cómo y cuánto te quise, ahora sólo tenemos el sabor de la memoria, de los recuerdos tan cercanos que duelen y los que son apenas una evocación, y el miedo a la muerte y al olvido y a que las canciones ya no signifiquen nada y a volverte encontrar y que no logres recordar de dónde te parece familiar mi rostro, aunque me diga una y otra vez las palabras y aunque me de cuenta que no hay nada más en mí que una repetición, que una profunda nostalgia y una visible reiteración de toda la música y toda la literatura y todo el cine que me han afectado (y que a veces me habla sólo de ti). Tal vez te des cuenta que el cansancio me hizo dormir durante la tarde y desperté con sabor a ti. Necesitaba escribirte, hablarte, aunque tú no lo vuelvas a saber. Pero no te preocupes, ya se me pasará, así suele pasar.

lunes, 20 de noviembre de 2017

Monólogo

Escucho los pasos llegar y sé a qué vienen, llegan y nos condenan a un destino irreparable, pero que está ahí, el pelotón se alista y yo los miro y siento que las tripas vuelan antes de que haya sonado el primer disparo, las rosas caen después y mi madre llora, pero eso todavía no, ahora me enfrento a mí mismo en un espejo que se parece a mí, a dónde se fueron los años y las horas desperdiciadas en no se qué, en pensar en ti y en pensar en todo, sin mirar nunca los árboles, escuchando un susurro interminable y las botas y los agujeros que todavía  no son agujeros y los colores que pronto serán sólo negro y mi padre que mirará mi cuerpo desbaratado y mi vejiga que se vacía mientras miro al frente y miro los ojos, todos iguales, los rostros agrietados y las comisuras de los labios resecas y espero el grito de fuego y no puedo cerrar los ojos y no puedo desviar la vista, siento los piquetes antes de que duelan y siento abrirse dentro de mí un montón de gotas y mis huesos no se quiebran pero se doblan y caigo pesado y el polvo de la tierra se levanta y el polvo de las armas se apaga y apesta a mí y apesta a las armas y se esfuma todo y se me olvidan todos y te me olvidas tú y te me olvidas todo y ya no recuerdo nada y ya no me imagino nada, un hombre se me acerca antes de que deje de pensar y ya no alcanzo a darme cuenta de nada, tal vez porque ya ha dejado de importarme o tal vez porque me doy cuenta que me acabo de morir y, después de todo, es lo mismo.


Ian García Varona

lunes, 23 de octubre de 2017

Réquiem

Réquiem

No me puedo quejar de nada,
fui un niño feliz: crecí escuchando a The Beatles y leyendo sin descanso,
jugué fútbol y practiqué tae Kwon do, aunque nunca fui muy bueno en ninguno,
pero lo disfruté,
empecé a escribir a los once o doce años
recibí una mención de honor al salir de la primaria,
viví en Oaxaca y fui feliz,
ahí descubrí mis emociones, mis sensaciones y a mis primeros amigos eternos,
conocí las calles del centro de noche,
fui a mis primeras fiestas,
aprendí a anudarme la corbata,
descubrí mi verdadera vocación,
después entré a la prepa de mis sueños,
conocí a mis mejores amigos,
también conocí mis peores miedos y mis peores dolores,
aprendí a ser consciente del mundo a mi alrededor,
aprendí lo que es sentirse sólo,
aprendí lo que es sentirse devastado,
pero también aprendí el valor de la lealtad y del amor,
me enamoré de la chica más hermosa que puedas imaginar,
y creo que ella me amó a mí,
tuve un par de años tan felices que jamás creí merecerlos,
pero los aproveché,
con ella descubrí la pasión hacia las cosas más sencillas,
hacia el mundo entero,
me sentí inspirado y me sentí correspondido,
entré a estudiar cine,
me enamoré del arte y de las ciencias sociales,
dirigí un corto regular,
escribí cuentos y una novela y poemas (siempre escribí),
vi cientos de películas hermosas, leí cientos de libros increíbles y lloré con unas cuantas docenas de canciones,
produje otro corto
planeé otro proyecto que no terminó,
perdí contacto con muchos de mis  amigos,
y a ella la perdí.
Sé que no debería quejarme, tengo tan sólo veinte años y he logrado sentir y vivir y crear más que muchos en una vida entera.
Pero es que fui tan feliz.
Y a veces creo que no regresará.
Esta enfermedad me come las entrañas, me deja exhausto, y cada vez más débil para regresar al ring.
A veces pienso si esto es todo, si abusé de la suerte, de la felicidad que me tocaba en esta vida.
Me pregunto si esto es todo.
No lo pienso como algo malo, lo único que quiero es que termine esta noche tan larga.
Justo hoy escribí la última actualización de mis libros y películas favoritas.
No voy a dejar de luchar, no se confundan, voy a salir ahí y plantar la cara hasta que ya no me quede una gota de energía,
es sólo qué...,
ya sé que no debo quejarme, que no debo exigir, tuve una vida increíble.
Sólo quisiera saber si existe algo mejor en el futuro que esta nube que se cierne sobre mí.
Sería lindo saber si sí.
Sería algo saber si no.


Ian García Varona

jueves, 12 de octubre de 2017

Cerca de mi hay una fuente de avispas

Cerca de mi hay una fuente de avispas

Hoy volví a imaginar lo mucho 
que me gustaría no ser yo
Me veo en cada reflejo 
y siento este cuero ajeno,
me enferma ver cada espejo
cada charco de agua y cada pantalla
Intento arrancarme la piel,
pero cada que intento jalarla
se adhiere más y más
hasta que la siento en los huesos 
me tiro en la cama e intento pensar 
en algo más, en algo más

En mis pensamientos siento la invasión total del agua 
y me hundo en este mar,
no me ahogo, ni siquiera hay tos
sólo estoy aquí
esperando
esperando
Aquí es cuando mi cuerpo sólo responde
a la memoria muscular
que aveces funciona
y las más
no

Cada lugar, cuarto y celda
me atemoriza
Una fuerza que desconozco me hace quedarme
y me siento como la primer y última 
gota de un diluvio 
que piensa todo el tiempo en 
que se sentiría ser
una bolita de granizo

Algún día saldré corriendo,
en el camino me desnudare
mientras mi garganta emite
un sonido largo y sordo
Todo esto pasará mientras yo,
ajeno a mi propio cuerpo,
me espió por la ventana
del mismo pesero de siempre.

Día 32 (Orión)

Orión,
¿a dónde has ido?,
ya sólo quedamos hombres
sobre estas escalinatas inmensas
cubiertas de polvo,
polvo cubierto de huellas,
huellas de los que ya no están aquí,
me pregunto si algunas son tuyas,
quizá un polvo nuevo ya las cubrió,
pero, ahora que lo pienso,
es probable que hayan desaparecido,
aunque no podríamos estar seguros,
es difícil acariciar el paso del tiempo,
las noches son las mismas,
las mañanas y las tardes
esconden el sol bajo un cielo de lluvia
que nunca termina por llover,
los hombres aquí añoran todo lo de allá,
cada día se marchan más,
de dos en dos o de cinco en cinco,
algún día quedaré sólo yo,
creo que si me voy te encontraré
y no estoy seguro de merecerlo, aún,
Orión.

Ian García Varona

martes, 20 de junio de 2017

Manzana

Manzana

Alguna vez intenté explicarle a mis compañeros de la carrera porque la canción "Manzana" de los Enanitos era una de las mejores canciones para cantar entre amigos; cuando finalizó estuvieron de acuerdo en que era una buena composición, pero que no entendían a qué me refería con que aquello era genial para corear entre todos.

En cambio, con mis compañeros de prepa, nunca fue necesaria una explicación, aunque la mayoría de las veces ya sólo somos Mauricio, Jocsan y yo y ya han pasado más de dos años (y tal vez precisamente a la ausencia de tantos y al paso del tiempo) sigue existiendo esa complicidad de un vínculo extraño y que hasta ahora seguimos sin saber muy bien qué lo ha definido, y, desde que comienza la canción hasta que finaliza, nosotros cantamos (cada vez más alto y todo: letra, música, balbuceos, jadeos, tarareos) y mientras cantamos nos miramos todo el tiempo, a veces de frente y a veces de reojo y siempre con una media sonrisa en el rostro que no se atreve a despegar, más que nada el gesto que provocan los recuerdos que, aunque nostálgicos, se resisten a volverse tristes y se resisten a volverse material digno de novela de Marcel Proust y se acercan tímidamente al de un filme de Linklater.

Recuerdo que la primera vez que la cantamos íbamos en el pequeño Spark azul de Jocsan (que fue de todos y que, como le ocurre a cualquier vehículo que valga la pena, fue vendido apenas se acabó la prepa), yo iba atrás y Jocsan y Mauricio iban enfrente, conduciendo y seleccionando la música respectivamente, estoy seguro que a lado mío venía una persona que bien podía haber sido dos o tres personas y que también eran parte del grupo y recuerdo que todos comenzaron a cantar de memoria, probablemente no fue así, pero yo, que no me sabia la canción, me sentí perdido por un momento y al cabo de un momento ya me encontraba repitiendo pedazos inconexos del coro.

Luego no sé qué sucedió, otro día, idéntico, en el Spark azul, mismas personas, mismas posiciones, la canción volvió a sonar, sin haberla escuchado de nuevo desde aquel primer día, me encontré repitiendo cada verso de memoria y al final, cuando hubo terminado y fue sucedida por otra canción menos importante, todos sentimos como que algo había sucedido en ese pequeño espacio y, por un acuerdo tácito, se convirtió en nuestro himno.

Y la volveríamos a cantar juntos muchas veces más, después de clases, durante clases en las que no estábamos presentes, fiestas, autos, y todos nos la sabíamos (o al menos eso llegó a creer), y todos éramos varios, además de Mauricio, Jocsan y yo eran también Andrea, Cecilia, César, Hiram, Nadia, Ollin, Timmy y muchas otras personas que solían ir y venir y con nombres tan diversos como imposibles de enumerar.

Y la canción se volvió un pretexto, también se volvió una dedicatoria con todas las de la ley para Janeth: sincera, descontextualizada de todo lo demás (a excepción de la felicidad) y, más que nada, se volvió una nostalgia extraña, un recuerdo de algún momento siempre distinto y siempre irrepetible.

Aquel ha sido uno de los mejores años de mi vida. Las tristezas eran pocas y cortas, las alegrías eran muchas y extensas, y el dolor sólo estaba reservado para cosas que valiesen la pena.

Después la prepa terminó y, como un mal cliché, todos nos separamos y la canción se volvió una casualidad extraña en el aleatorio de mi celular.

Y de repente nos volvimos ajenos a lo que éramos antes (no sólo la canción, también las ideas, la esperanza, la ambición, el deseo), nos sentimos solos, decepcionados, débiles, y el mundo aprovechó para volvernos pequeños (a nosotros que siempre fuimos pequeños y que sólo entre nosotros conseguíamos sentirnos grandes) y después de un tiempo tuvimos que reagruparnos y darnos cuenta que éramos cada vez menos, y aun así cantar la canción de nuevo y regresar no a sentirnos valientes, pero sí a sentir algo que se pareciese a la valentía y esperar, con el temor fatalista de lo inevitable, que la próxima vez que nos viéramos fuéramos los mismos o incluso más, pero nunca menos (sabiendo que no sería así).

La última vez que recuerdo fue en enero en el cumpleaños de Jocsan, él, Mauricio, yo, la canción fue elegida con una precisión matemática detrás de una lista de canciones que no podían sino llevarnos inevitablemente a nuestro himno: el clímax; la cantamos como siempre la cantamos y nos turnamos las frases que siempre nos turnamos (todo sin un acuerdo más allá de una mirada fugaz), llegamos al final burlesque, tarareándolo todo y cuando acabó nos miramos los tres, me parece recordar, que, sonriendo abiertamente, Jocsan me miró y me dijo algo así como: "Creo que nos sabemos demasiado bien esa canción".


Ian García Varona

martes, 9 de mayo de 2017

37.

Escucho y pienso en ti,
el calor terrible que persigue la ciudad desde noviembre,
los embotellamientos, etc.
y todo eso.

Nada de esto tiene nada de ti,
sin embargo todo me sabe a ti.

No es que quiera ser romántico, la verdad,
sólo quiero que sepas que pienso en ti.


Ian García Varona

martes, 18 de abril de 2017

13 de noviembre

13 de noviembre


Tomaba el camión saliendo de mi escuela, debajo del puente de Revolución, se iba por San Jerónimo y luego Eje 10, avenidas que a esas horas casi siempre iban vacías, luego me bajaba en Copilco (todos se bajaban en Copilco a pesar que el camión llegara hasta Taxqueña) y aunque faltara una estación y luego caminar como quince minutos del metro Universidad hasta Ciencias (y casi siempre esperarte una media hora afuera de tu salón) yo en ese momento ya me sentía que estaba contigo y me sentía alegre, y, pensando (más bien sintiendo) todo esto, me metía al metro y veía de refilón los puestos de tacos, de revistas llenos de escaparates con periódicos amarillistas o de nota roja baratos, bajaba las escaleras y, justo antes de entrar al ambiente cerrado de la estación, siempre veía allí los lentes de a treinta pesos que es bastante barato considerando que esos lentes siempre salen entre cincuenta y cien pesos, e incluso en Puerto Vallarta, ya en la playa, habíamos terminado comprándolos como a ciento cincuenta, si mal no recuerdo, digo, claro que no son originales, unos lentes originales así pueden llegar a costar mil pesos o más, pero, ¿quién va andar gastando mil pesos en unos lentes?,y luego con lo poco que me duran las cosas.


Ian García Varona

miércoles, 5 de abril de 2017

26.

26.

El parque huele a pino aún, a pesar de la fecha,
también huele a tierra mojada y pisada y vuelta a mojar
(sospecho que se debe a los aspersores que sustituyen la lluvia
y no a una causa más romántica),
los perros ladran
(no es que hayan visto nada excepcional,
es por culpa del triste encierro de la veterinaria de Miguel Laurent)
y la fuente está seca.
Pero todas las cosas siguen siendo hermosas
(y todas las cosas hermosas se siguen pareciendo a ti).


Por: Ian García Varona

martes, 28 de marzo de 2017

Ensayo “Moonlight”


Ensayo “Moonlight” (Barry Jenkins) por Ian García Varona

La toma más importante en el filme “Moonlight” no carece de la certeza de técnica y belleza que acompaña al resto de la tesis cine fotográfica del largometraje, sin embargo, no resalta por el encuadre ni por la iluminación ni por un movimiento de cámara, sino, por la fuerza de la acción interna: una mano cerrándose sobre la arena fría de un Los Angeles nocturno.
     La progresión de tomas que preceden a este momento clave del filme (así como las que lo suceden) tiene un sentido claro en cuanto a su propuesta visual.
     Desde la primera secuencia observamos un montaje fotográfico de aparente caos, pero que esconde un movimiento armónico. La cámara parece despreocupada ante el encuadre de sus personajes, pero en realidad los persigue con calma, abraza la velocidad perpetua de los seres humanos que busca retratar, su privacidad (los momentos de vergüenza, de felicidad, de soledad) y no los encierra, los deja moverse alrededor con naturalidad, aceptando los pequeños momentos en los que imagen y personaje se permiten ser uno solo, y no podría ser de otra manera, el personaje se deja retratar (a menudo en momentos de catarsis) únicamente cuando es absolutamente necesario; cuando el espectador se ha ganado el privilegio de conocerlo.
     Así mismo, la utilización de los colores (partiendo desde otro extremo de análisis), es una pieza fundamental en el proceso de experimentar la película (porque esta película existe para ser experimentada, para servir a los sentidos como conducto de comprensión):
     Comencemos por las tomas de exterior e interior día que nos retratan un barrio del "hood" norteamericano, pero con una propuesta que nos aleja de su retrato convencional, fuera de las sobre saturaciones de Spike Lee o los tonos con una búsqueda más realista a través de la sobreexposición de Tarantino o Singleton, (y toda la serie de escuelas que se fueron creando alrededor de su representación), sin embargo el retrato de Jenkins remite a una especie de ensoñación, el manejo de la luz busca remitirnos a un espacio de onirismo relacionado con los recuerdos de la niñez (aunque no necesariamente se ubique en el plano del pasado).

     Sin embargo es imposible hablar de este filme sin mencionar el manejo de las tomas nocturnas, a mi parecer se pueden dividir en dos segmentos de color (cálidos y fríos) y que separan dos tipos de sensaciones a lo largo de la historia, usando una especie de “psicología inversa del color”, por llamarlo de alguna forma.
     Por un lado los tonos naranjas aparecen en los momentos claves de dolor y de incomprensión, los momentos en los que los personajes (ensimismados en sí mismos) se dejan ir con la corriente.

     Sin embargo los tonos azules (con guiños violetas) son las formas de verdadera poética que se encuentran dentro de “Moonlight”, el azul suele venir con los momentos de mayor estabilidad tanto en la puesta en cámara como en los movimientos internos y externos de cámara. El personaje al fin es libre, y no mediante el concepto de libertad que suele manejar el cine de Hollywood (esta creencia que la libertad viene acompañada de locura y vicio y vertiginosidad); no, es una libertad espiritual, una paz del alma y un azul infinito que resbala sobre el cielo y sobre el mar y sobre la piel misma de los personajes, sin buscar explicárnoslos, simplemente dejándonos ser parte de aunque sea un instante de sus vidas.

martes, 14 de marzo de 2017

Elena

Elena

Te miraba de una manera
que uno podía llenarse las manos de respiros,
de mañanas otoñales:

la vida era así.


Ian García Varona

martes, 7 de marzo de 2017

Las máscaras dadás


Las máscaras dadás


Suenan tres campanas, tañendo sucesivamente en intervalos regulares, primero de dos en dos, luego de tres en tres, el aire caliente se levanta de entre las rocas de concreto burdo, tierra aplastada, olor a algo indefinible, un tufillo como de humedad, plátanos, luego el silencio, seco, el aire tibio rondando el suelo, el ruido, apenas un murmullo, plástico, golpes suaves, arrítmicos, pasos, un breve intercambio de palabras, atisbos de ruda amabilidad, el vapor que se despega de debajo de los pies, calentando los cuerpos vivos, acá arriba, allá abajo el plástico, el tufillo, la sal resbalando por las sienes, chorreando en las cejas, la circulación constante debajo de la piel que roza la franela acartonada también por la sal, el plomo allá arriba, el plomo allá abajo, lo mismo, lo diferente, un precipitar de tierra, polvo, silencio, metal, tos, una mirada que se resbala, unas uñas que rascan, como rasgando, la carne agrietada, el plomo aprieta, el calor sube acá arriba caliente, también el tufillo, un dorso que acaricia la propia frente, secándola, un cristal que se rompe, refractándose en la mente las mentes todas las mentes, cegándolas, azul, rojo, un párpado que tiembla, un ojo que se dilata, un sístole, un diástole, una circulación (aún) constante debajo de la piel estirada, una orden monocorde que vibra en el espacio, suspendida, respiraciones, movimientos, allá abajo la brecha, los cuerpos calientes bajando, músculos tensándose sobre bajo los músculos tiesos, los cuerpos fríos que suben, piel blanda, desgarrada, una melena oscura, quebradiza, unos ojos vacíos debajo de una mata apelmazada por el óxido, una mueca dos muecas de infantil terror, el tufillo como de humedad, plátanos, el plomo allá arriba, el plomo allá abajo, cuatro cuerpos fríos, cartílagos acartonados tendidos sobre la tierra aplastada, sobre el vapor que se despega de debajo de sus huesos, desbaratándolos y luego los hombres dándose cuenta, el calor y el sol y el frío-Había una puerta al final del pasillo, pero al llegar al final del pasillo solamente había una ventana por la que se podía ver un jardín lleno de flores secas, un viento y una puerta al final del pasillo mamá dijo al regresar del trabajo que el fin de semana, una estela de luz que se vislumbraba infinita tras de ella, como una sombra cegadora, la bolsa y la puerta cerrada otra puerta cerrada, cortinas y costumbres mamá sentada en el sofá a mi lado desgranando una bola de palabras que apenas y rescataban una especie de significado bajo mamparas invisibles ¿indivisibles? Que nos separaban y que eran en realidad las lámparas encendidas a las tres, la porcelana y el murmullo del cristal caliente y el sudor siempre en la espalda, siempre en las esquinas, salado, seco y blanco enterrado en las sienes escuché a mamá llegar debajo de pie frente a mí misma soportando mi propia mirada sobre mis labios mis senos demorándome en los hombros y en el cabello húmedo, gotitas de humedad sobre la piel y sobre la superficie lisa juzgándome, desde frente una toalla y el aire frío, la voz de mamá y su voz buscándome la voz de pepe diciéndole que yo el sol pegando de rebote entre las paredes blancas y mí misma juzgándome desde las esquinas la madera blanca, fastidio suspiros, el grito de mamá, ya voy, todo lo demás, el armario desnudo y nada más pasos mamá hablando, una mosca llenando un espacio vacío suspendido el sol bajando por las venas marcadas, transparentando la carne, estática, un puño cerrado y la noche y papá una palabra elástica, cena fría dice él y el parloteo de mamá materializándose de pronto en pleno aire, tal vez dos o tres palabras que uno estiraba la mano y lo tocaba y dejándolas flotar boda hermano guerrero ¿tío josé (¿o era ramiro?)? preguntó pepe, sí, cuándo sábado temprano, luego unos días después de unos días que nada significaron  el bambolear del automóvil, el azul de una mañana envuelta en neblina, los faroles de la noche aún un reflejo que le devolvía gotas de rocío olor a anticongelante y un par de ojos que luego eran un par de cejas unos labios y una nariz que podría ser más pequeña el olor a campo y el radio reproduciendo casetes desiertos y pepe dormido junto a mí misma, lo que habría significado entonces una nube cruzando el cielo pero las nubes acariciaban las planicies allá abajo y acá arriba sólo llegaba un olor a excremento de caballo y a lumbre despertando, al mediodía el concreto levantándose en la orilla, las piernas entumecidas y algo frugal , una fritura o un refresco, luego de nuevo el camino y una breve inconciencia para despertar en el medio de la noche y luego volver a despertar en el inicio de la mañana, luego otro día exactamente al otro día, la tierra envolviendo las paredes y una sensación de vacío fue entonces tal vez pero lo cierto es que nunca llegó a saberlo-El pasillo enorme, las aulas vacías y la madrugada alejándose del complejo enorme, una sensación extraña de felicidad y verlo llegar como saliendo de una neblina o de un sopor y los días que pasaban y los abrazos y las pláticas y eso era todo, él y la madrugada, luego la madrugada ya se había ido y él no llegó, más tarde, tal vez, lo supo y se enfrentó a sí misma escuchando una y otra vez las mismas palabras escapando de sus labios que no parecían suyos debajo de esa nariz que podía haber sido más pequeña-Un hombre a mitad del camino donde no había nada más los brazos extendidos en cruz el sonido de la máquina enorme al crujir un jalón y una súbita consciencia de lo que estaba sucediendo, hombres y olor a sudor rancio y el grito de mamá y de pepe y el silencio de papá y de pronto algo lágrimas sobre el rostro sin saber nada de aquello, las piedritas sobre el suelo raspando los pies desnudos y luego la hierba fría y el sol perpendicular y papá allá a lo lejos pero demasiado cerca hincado y los hombres sobre nosotros y los hombres desmembrando el automóvil y otro hombre frente a papá quiénes son, preguntó papá abriendo la boca sin decir nada y luego el tronar de un relámpago en pleno día y con el cielo despejado el cuerpo de papá desplomándose frente a mis pies y luego otro tronar como un aullido de lobo y pepe ya no gritaba de pronto y mamá desgarrando la garganta una mano aplastando el rostro contra el suelo helado mamá frente a mí-En las tardes solían caminarse debajo de la sombra de las casas y unas manos que se estrechaban y algo que se parecía a una conversación y una sensación de total calma en los labios uniéndose y la puerta de la casa abriéndose-Y de pronto mamá ya no estaba allí y yo sentía como los iban levantando el olor y luego el frío en todo el cuerpo y las manos callosas sobre el cuerpo desnudo y diminuto y el reflejo sobre el metal del automóvil, el movimiento frenético la absoluta soledad el sabor a tierra y a metal un dolor que no lograba-Ella había soportado lentamente, su cuerpo sobre el de ella pero algo dulce mientras un dolor se apoderaba de ella y un ansia de él y algo de extrañeza después, algo de desolación después nada, sólo nada-Al final del horizonte una cumbre, hormigas negras y patas de arañas, el viento que se movía y manos que iban y venían sabía pero no sentía nada un perro ladrando en algún lugar pero ya significaba apenas algo, un labio temblando la propia sangre y la otra sangre, latidos que se demoraban, los hombres mirando, el viento salado una mariposa cruzando o tal vez y luego el metal frío algo parecido a la nostalgia reflejos que nada devolvían, sólo una consistencia como de cajeta, como de gelatina, una lentitud enorme, un desinterés, palabras dichas sin ningún tipo de coherencia dientes de león sobre la arena desbaratándose los zapatos el sudor rancio las moscas colillas de cigarrillos y el insistente metal frío en la frente y lo último, una risotada, después nada, ni siquiera un tronar ni siquiera un relámpago ni siquiera miedo ni siquiera un recuerdo, sólo nada-Cuando lo volvió a ver otras manos y otros labios y ella así y eso era todo-Los cuerpos luego cayeron sordamente y la tierra debajo se convirtió en la tierra encima y en la hierba que luego comenzó a crecer-José (o tal vez era ramiro) no lo supo hasta mucho después-Los hombres primero terminan y luego se van sobando sentando en el fondo de sí mismos tal vez habrían tratado de mirar a otro lado pero la piel marfil ojos descosidos un rostro que significó belleza alguna vez un pubis con aire de abandono de saqueo unas manos aún de niña a pesar de todo unos ojos enormes que de haber significado algo habrían pensado al ver la hilera formada sobre el suelo alrededor de polvo levantándose una pala clavada en la tierra habría pensado tal vez al ver los rostros al sentir la proximidad de la nulidad mamá papá pepe yo.


Ian García Varona

miércoles, 1 de marzo de 2017

Es fácil para mi decirlo

Es fácil para mi decirlo

Uno de estos días olvidare tu nombre
aunque lo tenga tatuado en la mente.
Olvidare que los caballos avanzan en ele
y solo responderé al llamado de las dudas ajenas.

Me atemoriza tu respiración
y el susurro que se queda resoplando en nuestra despedida.
Me da miedo no saber quien soy yo,
temo nunca encontrar que eres tu

Vi losetas acomodadas de mala manera,
nadie mas se dio cuenta.
No hay jacarandas en casa,
pero
si hay jacarandas en nuestro jardín
e hilos deshechos en el patio trasero.

¿Recuerdas nuestro primer encuentro?
Hay ornamentos en cada pagina que leo.
No hay historias ni rimas ni invitaciones al suicido.
Solo hay reglas de lozas mal acomodadas
Que tienden a cero
y solo uno se mueve en ele.

Yo no los vi, yo no estaba ahí.
No fueron tres días,
ni siquiera fueron días,
ni horas
Yo no los vi. Yo no los vi.

Tengo sesenta y cuatro paginas en blanco
y solo una manera de llamarlo.
No llegaría a tiempo para cenar,
ni si quiera para besarte al aire;
ni siquiera para eso

Uno de estos días se sentirá el ultimo latido
Y me olvidaré de nuestros nombres.
Uno de estos días se forjara el acero
Y yo no sabré si soy tan malo
como alguna ves lo creí.

Uno de estos días se acabara el tablero
Y me daré cuenta que no camino en ele.
Y tu tampoco.
Tu tampoco.

Pero esta bien,
es fácil para mi decirlo,
ya que yo olvido todo de mi.