miércoles, 9 de noviembre de 2016

IV. (Decadencia)

IV.
(Decadencia)

La luna recortaba la silueta del hombre que se balanceaba en la orilla del lago, el agua era tranquila y reflejaba los astros en la faz ajada del hombre; un rostro viejo cubierto de barba, hundiendo sus ojos brillantes en un estanque de cabellos grises y blancos, y piel marchita.
            El hombre permanecía en silencio, parecía buscar algo en las profundidades del lago, finalmente (tras unos instantes largos y tibios como el vino) se permitió meterse en el agua hasta la cintura, sus ropas, gastadas por el viento de tantos desiertos, se humedecieron en una plasta pesada, el viejo se detuvo hasta que la superficie volvió a ser lisa alrededor de él, como tragándoselo, entonces extendió una mano curtida hasta casi rosar la imagen de la luna, si alguien pudiera haber visto sus ojos habría pensado en una bella vigilia, el hombre miró esta vez el cielo, su mirada febril, sus labios temblando, implorantes, hacia aquel brillo celestial, «¿Cuándo te volveré a ver?» él había preguntado y ella había guardado un silencio sepulcral.
            El viejo recordó aquella tarde tan extensa, recordó la larga jornada junto al mar, la primera noche que la amó sobre la arena, él con una juventud resplandeciente, ella con ese brillo descomunal que abarcaba entonces el horizonte.
            Luego habrían de venir cientos, tal vez miles de noches en los brazos de ella, escuchando el susurro de las olas o el murmullo de las montañas. Todo entonces era quietud, una apacible felicidad.
            Pero después vino la prisión (por motivos que en estos momentos no es posible recapitular) y él envejeció en una celda sin ventanas pensando en ella; hasta que un día (también por motivos desconocidos) logró salir y, solo, perdido en los pasillos de aquella torre, la buscó, la buscó en la piedra de las paredes, en el polvo de los rincones, en las telarañas infinitas de las esquinas, hasta que, al fin, comprendió. Ayunó durante un lapso de casi cuatro meses y luego emprendió el viaje hasta la cima de la torre; cuando finalmente llegó lo recibió el firmamento y la noche tibia, habían pasado ya años desde que había comenzado el ascenso de la estructura y casi edades enteras desde la última vez que se habían visto; algunos dicen que cuando llegó ya era demasiado tarde, otros dijeron que llegó justo en el último momento, lo cierto es que aquella noche su amada murió y él no pudo sostenerla en sus brazos; estaba condenada a seguir alumbrando en su inmensa quietud a los hombres durante el tiempo que durara la eternidad, como unos funerales magníficos.
            El hombre habría, sin embargo, de buscar su voz por el resto de su vida, habría de buscarla (convencido de un renacer espléndido) en las más lejanas tundras y en las más silenciosas ciudades, siempre sin éxito.
            Y ahora el hombre se encontraba en aquel lago, susurrando el nombre de su amada (un nombre que solamente ellos llegaron a conocer), cansado, ante aquel lumbroso cadáver, pensando en tantas playas.
            Un suspiro brotó de él haciendo temblar las entrañas del cosmos.
            No habrían de pasar muchos años hasta el momento en que dos enamorados encontraran al viejo recostado sobre un extenso campo de fina hierba con los ojos abiertos y las manos sobre el regazo. Acababa de morir.
            Nadie supo reconocer su rostro.



Ian García Varona

lunes, 10 de octubre de 2016

Tres cuartos

Tres cuartos

Las raíces se convirtieron en piel
y mi manto en tus manos
termino por ser piedra blanca;
mármol contaminado y pútrido.

Estrellas fugaces que funcionan sólo
en el post-coito.
Enredaderas blancas que sólo 
sirven de excusa al morbo.
Gritos que sólo indican el deseo de ver
fuegos artificiales que me mandan 
al inicio incomodo,
resultado de una mirada de tres cuartos,
resultado de una mirada.
Resultado.

No figuremos,
no somos,
no seremos.

¿Puedes sentir a esos insectos veloces?
Sí, este vals incomodo llena miradas inconclusas.
y me asaltan por la noche
y me asaltan por la madrugada.

Yo no figuro ni trazo tu silueta,
no entierro ni perdono tu vista.
Yo no adulo ni delimito tu silueta,
soy y no soy un silencio seco.

Y se repite en un momento infinito

No tomes mi manto
que espina al instante.
No tomes mi mano 
que espina.

Hay oportunidades que se pierden en el golpe de vista,
que se impulsan,
que transforman
y
que desaparecen 
en el primer sorbo 
de un café por la mañana. 




jueves, 29 de septiembre de 2016

En las rocas

                     En las rocas

Le salía espuma blanca de la boca mientras caía al piso lleno de polvo. Todos corrían y él sólo podía pensar en lo que le había prometido a su madre.

   -No te preocupes, nunca volveré a estar allí-

   Lo pusieron en una bolsa blanca mirando hacia el cielo.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

La muerte seca


La muerte seca



Enterraron a Mina en Oaxaca.

Ella realmente no despertó del largo sopor de los muertos hasta que escuchó largamente las palabras del cura sobre ella y observó con horror su funeral, sintió con indignación el ataúd abierto y aquella ultranza a su privacidad de cadáver le preocupó más que el hecho de estar muerta, sólo se sintió triste al ver a Jorge, su esposo, de negro y de luto abandonar el panteón después de que bajaron el veliz a la tierra a la espera de ser cubierto de tierra. Mina sintió miedo, mucho miedo, haciendo un increíble esfuerzo de voluntad logró despegarse, dolorosamente, de su cuerpo terrenal.

Tenía miedo de quedarse ahí enterrada, muerta como los muertos y encontró que podía morir viva.

Salió del cementerio y descubrió que aún era corpórea, que aún pensaba como siempre y caminó, encontró Oaxaca, la ciudad, apacible, hacía frío, le sorprendió un poco sentir frío en ese estado, pero caminó todavía más hasta llegar a la que había sido su casa con Jorge. Encontró a Jorge triste y moribundo, fue en ese momento cuando Mina se dio cuenta para que  había huido de con los muertos, para estar ahí.

Se dio cuenta que no la veían, nadie la veía, y se sorprendió aún cuando se encontraba con gente que también estaba muerta en la calle, pero nunca les habló, no se hablaban entre ellos, cada quien caminaba ensimismado buscando a los vivos que no los veían ni los recordaban ya.

Fue por ese entonces cuando Mina se dio cuenta de cuan lento pasa el tiempo cuando se está muerto, pasaba las horas largas recorriendo Oaxaca sin la más mínima nostalgia, con una agria añoranza veía Santo Domingo, Catedral, la cantera verde en el piso y en las paredes, y los mercados y sentía una vaga ansiedad al descubrir el antojo de chocolate, hasta que un día descubrió que podía comer, aunque no saciaba el hambre ni el antojo era una especie de alivio para la mente. También le sorprendía el calor de primavera que la asaba aun muerta y extrañaba el sudor, extrañaba la sed y el sueño, pero ahora el calor sólo traía una profunda estupefacción, no podía sudar, era una muerte seca.

Luego Jorge volvía de trabajar y Mina lo seguía el resto del día, seguía aquel viudo que vivía de negro luctuoso y conservaba el anillo en el anular izquierdo, y que ya no hacía nada más que trabajar y postrarse en casa recordar. Era un espectáculo triste y Mina lo acariciaba y le susurraba canciones al oído, pero Jorge no la veía, no sabía que estaba allí, se iba a dormir y Mina salía a la calle y miraba a lo lejos la Guelaguetza eterna de los muertos que sólo habían huido de la muerte para bailar. La muerte era inexplicablemente lúcida y clara, podía darse cuenta de lo que en el ajetreo de los vivos no notaba, escuchaba la noche llegar cerca y a las estrellas explotar en un concierto para crear más estrellas porque aquella era la única ciudad en el mundo donde se podían ver noches estrelladas, cuando pasaba el espectáculo volvía con Jorge que seguía dormido y añoraba dormir, podía hacerlo, pero los sueños de los muertos eran siempre el mismo, se soñaba que se estaba vivo, y soñar aquello sin descansar, porque nunca se cansaban, era bastante irritante, entonces no dormía. Recibía a la madrugada con el estruendoso trepidar de los gallos por los tejados y la luz clara de la mañana la obligaba a pararse y seguir sus tribulaciones por la verde Antequera.

Era en el alto calor del mediodía del valle, en la explosión estrellada de la medianoche y en el corretear de los gallos en la mañana cuando más miedos y dudas asaltaban a Mina, y sentía ganas de llorar, no podía, volvía a añorar el sudor y sentía su cuerpo inexistente como una forma líquida, casi como una lágrima, se daba cuenta que entonces era cuando la muerte seca se convertía en una muerte líquida. Tenía temor de no envejecer con Jorge, de quedarse joven y que Jorge al morir y no encontrarla vieja no la reconociera joven, también tenía terror de haberse equivocado al no admitir la muerte normal, de estar por un error en un mundo de los vivos que ya no le pertenecía.


Pero pensaba en Jorge y todo se dispersaba, lo cuidaría…, por eso había huido…, para cuidarlo y que así él muriera de muerte natural ya muy anciano, entonces iría a su funeral y seguro que él podría verla, le enseñaría a salir de la exorable muerte de tierra y, al fin, podrían vivir juntos por los siglos de los siglos en la faz de la muerte seca de Oaxaca.


Ian García Varona 

miércoles, 21 de septiembre de 2016

2.

2.

Espejo de agua
suma de todas las cosas que he deseado
(y de todas las cosas que he perdido).

Me asombras
porque tu voz suena como la narración de un cuento de Jack London,
porque tus dientes brillan,
porque tu nombre no es una aliteración,
sino, más bien,
un nido en la isla de Robinson Crusoe.


Ian García Varona

lunes, 19 de septiembre de 2016

Sordismo

Sordismo

Iba diciéndolo desde ayer
 -Mañana todo será mejor,
  mañana todo será más sencillo.-

Entre vuelta y tanto
lo vi sintiendo luz
y si la luz no engañaba
qué hacía
y si la luz no engañaba
no era
y si la luz no engañaba

la luz no engaña
no engañaba
no me corría

Y entre tanto y vuelta
se separo en capas
una más grande que tú
pero menos que él
más grande que tú
pero más que yo
más grande que tú
más que yo

y entre tanto y vuelta
trac trac trac
con la boca ocupada
crac crac crac

y con las manos en puños
y con las manos en puños
no me lo dijo
no me lo tenía que decir
no me lo dijo
no

Iba diciéndolo desde ayer.
 Y como en un soplido
 -Mañana, mañana, mañana-

sábado, 18 de junio de 2016

Mariposa

Tu aquí en mis pensamientos,
revoloteando cual mariposa,
cautivándome con ese aleteo tan hipnótico...
me atonta tu silueta...
me embriaga tu aroma...
esa tenacidad que tienes de seguir volando...
Despierto cuando me doy cuenta que no te posas en mí,
cuando no me dejas acariciar esas alas por miedo a que se desprendan
(cuando no puedo)
simplemente no puedo verte más que en sueños
pesadillas y fantasías...

jueves, 16 de junio de 2016

Términos y condiciones

Términos y condiciones 

Bajo los términos en que me gustaría ser yo mismo:
Quédate a dormir, nada más.


Ian García Varona


lunes, 13 de junio de 2016

Mar e Identidades

Mar

La vida siempre ha estado buscándote,
cada que encuentro el camino
el problema me encuentra.
No te me escondas
que camaleónicamente
te estoy viendo ante mí,
te siento
aunque nunca vayas a existir.

*

Identidades

Creé identidades que nunca
existieron,
puedo sentir lo enterrado en
el aire.

Vemos cosas que están ahí (¿O no?)
translucidos y opacas,
comiendo terrenos, siendo impasables.

Ahora recuerda cuando perdiste
tus rodillas,
dijiste que nos encontraríamos en el jardín,
hablando como en los siglos
de
oro.

Te juré que no lo haría y
no lo haré.
Te juré que iba a estar ahí
y ahí no estoy.
Pero yo no te pedí nada,
no lo necesité;
así que no,
no
y no lo hiciste.

Pero a nadie te importa
ya,

a nadie le importa ya.

viernes, 10 de junio de 2016

Peregrino

Sin patria, peregrino,
De tu cuerpo exiliado.
Me aprendo de memoria,
nuevos cuerpos,
lenguajes, movimientos,
paisajes enteros.
Pero llega el silencio
recuerdo tu patria.
tus noches festivas,
las alegrías que  brindas.
Traiciono a la que me acoge
y me alejo.
Del mismo modo en que tú llegas
en silencio.
Con la mirada baja
y el corazón olvidado en tu cama,
sin patria, peregrino,
                                                                  buscando tú orografía en otros cuerpos

miércoles, 8 de junio de 2016

Apocalipsis 16:19

Apocalipsis 16:19


Algunas vez creímos en la vejez,
nos sentábamos y nos mirábamos como si nos conociéramos desde siempre,
como diciendo:

he metido el dedo en tus llagas
pero no sé si existes realmente,
espero que existas,
no queda mucho más que esperar solamente,
con los dedos y las piernas,
diciendo (mucho antes de saber en qué nos estábamos metiendo):
yo aceptaré todos tus pecados,
los haré propios y te dejaré caminar
sobre mis manos abiertas,
para que alcances lo que he negado,
entonces quizá me mirarás en una manera en la que el cielo pueda ser mío,
y yo abandonaré antes de averiguarlo,
pero tal vez no haya algo que podamos aceptar,
tal vez las llagas hiedan
y los pecados parezcan tiras de papel,
tal vez no comprenderás los sueños en los que sueño con espejos sobre tus ojos,
pero qué más da,
si estas rodillas ya son tuyas,
de esa media sonrisa
que ya me ha salvado del miedo a morir,
te diré parece que fue ayer,
dirás que dicen que todos los besos se parecen al primero de los besos,
mientras tanto diré las mismas palabras,
perfumaré tus heridas,
escribiré tus pecados con tiza sobre las aceras de la ciudad
para que se los lleven los zapatos de las personas que pasan
sin ver un par de adolescentes que lloran estúpidamente de felicidad,
frente a un museo que se va desmoronando bajo la lluvia.


Ian García Varona

domingo, 5 de junio de 2016

Carta 1

Hemos compartido tantos días casi por accidente, tú
atrapada en tu vida y yo atrapado en la mía,
ambos encerrados en el mismo tiempo, prisioneros de una misma celda
compartiendo días, horas, minutos y segundos, sin llegar a conocernos,
separados por no se cuanta distancia, aunque estoy seguro que me acerque varias veces,
 hasta que por fin, después de muchos año por accidente caí a tu lado.
Así que cuéntame ¿cómo se ve el amanecer desde tus ojos? ¿Qué animales me he perdido? ¿Cómo es la vida desde tu lado? Dime ¿Te has perdido algún atardecer? Si quieres puedo contártelo, todos los días los veo. Completemos nuestros días, enséñame lo que he ignorado y te entregare los secretos que me he encontrado.
Hay tanto por contarnos, así que no permanezcas muda, háblame, aun cuando creas que me has dicho todo, háblame, al final por más cerca que estemos nuestros ojos siempre verán a su manera.

jueves, 2 de junio de 2016

Luu niss rubb

Luu Niss Rubb


A veces los escucho llorar. Otras veces sólo murmuran. Siempre suspiran. Algunos me hablan. Nunca les contesto. Nunca esperan una respuesta. Porque, al fin y al cabo, los muertos no tenemos nada en común.

Hay uno a cada lado mío. Sé también que hay uno atrás, pero siempre está callado, excepto los días seis de cada mes, cuando llora, sospecho no tanto de dolor (que es de lo que casi todos lloran aquí) sino de rabia. Frente a mí hay una chica, no sé cuando la trajeron, porque antes no había nadie frente a mí, es quien más llora, aunque, tengo entendido, eso se les va pasando conforme va llegando el olvido, no lo sé, antes de ella yo fui el último en llegar, pero de eso hace mucho. Sé que también hay otros, más allá, los escucho susurrar.

Hay ocasiones en las que me entra el ansia y me dan ganas de tragar puñados de tierra. También hay ocasiones en las que todo se queda en silencio y nadie llora, nadie murmura, nadie suspira, nadie susurra, y puedo (¿podemos?) escuchar el ruido de las flores creciendo en el césped, lejos de nosotros, igual el sonido de las hojas cayéndose de los árboles y a veces hasta aves; es entonces cuando más ganas me dan de salir, pero luego luego se me pasa. En la mayoría de las ocasiones simplemente me siento muy cansado.

Me enterraron muy abajo, o al menos eso es lo que dice el que está a mi izquierda, aunque yo no puedo estar muy seguro. Pero debe ser así, porque cada que llueve se inunda y uno tiene que sentir cómo lo poco que le queda de carne (o lo que uno imagina que le queda de carne) se le hincha como esponja, y uno infla los cachetes, como pretendiendo que los pulmones agujereados se asfixian, eso debe ser lo único bueno de las inundaciones: te hace sentir desesperado, vivo. No sé cómo le harán a los que no enterraron tan abajo. Y cuando el agua drena se siente cómo unos pequeños moluscos se quedaron enroscados alrededor de las piernas de uno (¿por qué será que sólo se enroscan en las piernas?), y casi siempre tardan bastante en morirse, pero cuando se mueren me da mucha tristeza. Creo que son los únicos momentos en los que siento tristeza.

Sé que la chica de enfrente es reciente porque hace no mucho (no sabría decir hace exactamente cuanto) empezó a gritar con tal desesperación que a cualquiera le habría helado la sangre, aunque, claro, ninguno de nosotros tiene ya sangre, creo. Y esos gritos sí que los reconocí, también yo grité así la primera vez, y he escuchado a otros gritar así, porque, sin importar la lejanía, es un grito que se siente hasta el alma misma. Gusanos.

La putrefacción es algo que no le desearía ni a la señora de mi derecha. No deja de hablar de sus hijos y de los lirios que le han de llevar, y habla de ellos como si estuvieran vivos. Pero hasta donde yo sé ella misma les sobrevivió a sus dos hijos y a su marido. Tal vez lo olvidó, suele suceder; yo, por ejemplo no recuerdo nunca nada. También tengo entendido que la señora de mi derecha es la quien más tiempo lleva muerta de los que están a mi alrededor. Se pudrió hace mucho, y hasta donde sé igual y ya es sólo polvo. Pero esas preguntas no se le hacen ni a las personas que no te dejan desbaratarte en paz y en silencio.

Trato de recordar que fue lo que me pusieron encima, a veces hasta me da nerviosismo pensar que no me hayan puesto nada y el día menos pensado crean que no hay nadie enterrado aquí y vengan y me enjareten otro encima. Eso sí no lo soportaría. El hombre de mi izquierda siempre se queja que le pesa mucho la tierra sobre su cuerpo, a veces cuenta que se mandó hacer una lápida hermosísima y que ahora resultaba que ni eso le había salido bien. Y yo siempre tengo ganas de preguntarle de su tumba y de las otras cosas que no le habían salido bien. Pero siempre me quedo callado. Así es mejor, no vaya a ser la de malas.

También está la caja, el de la izquierda alguna vez dijo que la caja de cada quién puede ayudarnos mucho a no olvidar, a recordar quienes éramos, él dice que eligió roble y por eso no se ha vencido el peso de su lápida sobre él, dice que lo único malo es que se le mete el agua por todos lados en verano. Yo ya no sé como es el verano, aunque supongo en algún momento lo supe. En fin. La señora de mi derecha debe tener una caja de muy buen material, porque nunca la he oído quejarse del agua ni de la tierra ni de nada relacionado a su caja, y si hubiera algo de qué quejarse lo haría, siempre se queja de todo, menos de su caja y de sus hijos. La chica de enfrente parece tampoco tener problemas, pero ella es nueva, habrá que esperar. Del de atrás ni cómo saber. Mi caja ya es casi pura astilla, no sé de qué madera es, pero se le mete la tierra a cada rato y ni se diga el agua. Pero qué se le va a hacer.

Lo peor son los pasos. No, lo peor es el miedo. Pero sin duda lo segundo peor son los pasos, hay veces (sobre todo a principios de noviembre) cuando a los pasos les da por llegar y azotar su inagotable traqueteo sobre nuestras cabezas. Al principio le llegaban muchos pasos la chica de enfrente, se veía que hasta a ella le fastidiaba. Pero hace algún tiempo ningún paso se le acerca y ahora le da por llorar y por ponerse a platicar de cosas que nadie escucha y a nadie le interesan, ni siquiera a la señora de mi derecha, aunque creo que no la escucha con tanto borboteo que le da por salírsele de la boca a cada rato.

Pero sí, lo peor es el miedo. Es imposible describir la sensación de cómo se te va cayendo la piel a pedazos, como si fueras una oveja vieja, Y luego ya no puedes ni sentir los huesos, sientes polvo y te preguntas qué va a pasar cuando ya ni el polvo sientas. Y te da miedo. Es imposible que no te dé miedo pensar en ese tipo de cosas. Porque, ¿qué carajo sucede después?

Yo nunca hablo. Sí suspiro, eso sí. Pero todos suspiran (menos el de atrás). Por lo demás no hay nada que se pueda decir de mí. Bueno, tal vez se podría decir que muchas veces he tratado de quedarme dormido. Nunca puedo. Pero en eso tampoco hay nada especial. Todos tratamos de quedarnos dormidos en algún momento, hasta el de atrás, estoy seguro. Porque el día en que gritas (cuando los gusanos te empiezan a agujerear) es cuando despiertas y ya nunca más te puedes volver a dormir.


Debo confesar que algunas veces me siento abrumado por todo, por los ruidos y el silencio y las inundaciones y por las peroratas de la señora de mi derecha y los llantos de la chica de enfrente y la estúpida sabiduría del de mi izquierda y por el ensordecedor callar del de atrás y la tierra y la madera astillada y por la piel y los huesos y el polvo y por los pasos y el miedo y los lirios que nadie le trae a nadie y por todo…, y entonces comienzo a imaginar toda clase de planes para escapar de aquí. Pero luego recuerdo que no recuerdo nada, recuerdo que no me puedo mover, recuerdo que ya soy puro esqueleto, recuerdo que ya viene la temporada de lluvias y que si no estoy yo los moluscos no tendrán donde enroscarse. Y me tranquilizo. Me quedó muy callado, más callado de lo normal. Tratando de dormir. Escuchando. Suspirando.


Ian García Varona

lunes, 30 de mayo de 2016

Minipoemario "Sofía"

Sofía

BVBV

Mi corazón,

roto. 

*

tanto y tanto

Regresa
aunque
me vuelva
a
morir.

*
El principio del placer

Sigo siendo un niño
todavía pienso
el amor
como algo bello

*

Volada

Hoy termino como un juego azaroso
consecuencia de una belicosa respuesta
de una furibunda pregunta.

*

Viernes

Quizás estamos
en un proceso
exponencial
de olvido.

sábado, 28 de mayo de 2016

Tomo tu mano

Tomo tu mano y cinco besos discretos recorren tu palma,
la acarician hasta encontrar el respirar de tus latidos,
y estas viva, ¡Que alegría!
Respiro profundo y saboreo el olor de tu cuerpo,
me recorres alimentando mi vida.
y muero un poco al tener que exhalarte.
Nos miramos por un instante, te necesito,
pero contigo soy tímido y mi boca calla.
Tomo tu mano y tú te ríes, yo sonrió.,
soy tímido, soy valiente.
Suelta mi mano regalame tus labios.
desearme de noche, quererme de día.
Toma mi mano, inspira a la mía,
que susurra tu nombre esta noche fría.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Escenario Quinto (o la fábula del sacerdote)

Escenario Quinto 
(o la fábula del sacerdote)



[…] 

Les contaré una historia 
(con hache minúscula) 
sobre un sacerdote de la iglesia católica romana 
(nunca supimos, honestamente, si estaba adjunto, asimismo, a lo apostólico), 
pero, es importante recalcar que este sacerdote 
(extrañamente) 
sí creía en dios, 
en fin, 
cuentan que solían verlo pasear por los amplios salones de un convento, 
aquí cabe un paréntesis, 
¿por qué un convento?, dirán, 
¿por qué no una llanura desértica?, preguntarán, 
¿por qué no un callejón con olor a cebolla en medio de Montevideo?, 
la verdad no lo sé, 
yo solamente cuento esto como a mí me lo contaron, 
continuemos, 
este sacerdote solía pasear por los amplios salones de un convento, 
las madres del convento agachaban la mirada al verlo pasar, 
hay dos versiones en este asunto, 
unos dicen que se agachaban en señal de respeto, 
otros dicen que hasta se persignaban en señal de miedo, 
pero eso, en realidad, es irrelevante, 
como iba diciendo, 
cuenta la leyenda que el sacerdote tenía un salón predilecto, 
el salón era amplio, 
las paredes eran sencillas, sin ornamentar, 
del cielo raso colgaba un candelabro del tamaño de un elefante, 
dicen que el sacerdote podía pasar horas, 
días, 
semanas, 
-aunque debo admitir que esta parte siempre la he encontrado inverosímil- 
hincado sobre sus rodillas orando 
hasta que un día el padre nunca regresó al convento, 
los que lo vieron por última vez cuentan 
-aunque igualmente, sin una descripción completamente satisfactoria- 
que salió caminando con pasos breves 
(otros dicen que iba caminando endemoniadamente rápido) 
que en sus ojos se podía observar una pureza inalcanzable para el hombre 
(otros dicen que se veían las llamas de la perversión en sus faz) 
que sus vestimentas iban impecables 
(otros dicen que tenía las prendas rasgadas a la altura del pecho) 
lo único en lo que todos concuerdan, 
(extrañamente) 
es que el padre llevaba una antorcha encendida en las manos 
(algunos dicen que la portaba con serenidad y otros que le temblaban las manos) 
después salió por las grandes puertas del convento 
y desapareció de la vida terrenal, 
y ese es el final de la historia, 
sin embargo lo interesante reside 
en la interpretación que se le ha dado a esta historia a lo largo de los años, 
una de las primeras conclusiones 
(demasiado evidente para mi gusto) 
es que aquella imagen era en realidad su espíritu partiendo al reino de dios, 
existe la curiosa postura 
(positivista, marxista, laica, etcétera, claro está) 
que el sacerdote al fin se había liberado del yugo de la religión 
para iniciar una revolución ideológica con los trabajadores del mundo, 
hay quien tiene la teoría que nunca existió, 
otros que afirman que simplemente regresó a casa, 
y no falta quien ha dicho que el sacerdote era un fiel seguidor de Eva Perón. 

[…]

Ian García Varona

lunes, 23 de mayo de 2016

Arrullo Melifluo

Arrullo Melifluo

Se escucha un piano de fondo tocado de una dulce manera; posiblemente sea una progresión de re menor, sol mayor y algún otro acorde que no se logra distinguir. Junto a él suena una tarola y un bombo, llevando un ritmo sencillo de cuatro cuartos, con acentos en los tiempos fuertes. Entra la voz y todo empieza a tener sentido. Así pasa la mayoría de la pieza con algunos adornos de trompeta y de trombón. En pocas ocasiones se oye un coro, a excepción del final, que todas las voces se juntan para formar una sola canción.
La calle está mojada por los constantes diluvios que han ocurrido en los últimos días. El banco es -en cierto modo-, incomodo, uno sólo se tiene que acomodar de vez en cuando. La sal en la mesa se ve tan blanca que dan ganas de dormir en ella. No queda nada más que está botella de leche a la cual sólo se le ha extraído un pequeño trago.
La botella aprieta la chamarra contra el pecho. La pistola de la misma manera pero en la cintura. Los tenis azul marino, bueno, así eran antes, ahora son como un azul deslavado verdoso, están sucios en su totalidad. Barro como rojo, seguro es alguna tierra arcillosa. El miedo es lo único racional ahora. El tiempo se lo lleva el mismo. Charcos en todas las calles que van limpiando ese par de tenis favorito. Los auriculares rezan verdad en cada segundo que pasa. La mano aprieta la botella. La mano sostiene la pistola.
No lo hagas. Se susurra como al olvido. No es lo que se necesita. Así que no se debe de dar. Se rompió por segunda vez antes de que se diera cuenta de la primera. El color está como extinto. El saber es como una condena personal, en una parroquia de tintes barrocos perdida en el cielo, o en la tierra calcinada por los pecados de todos. Todo puede parecer que está mal. Tal vez no lo parece. Tal vez lo está.
Ya se secaron. La televisión representa pura estática. Los sueños representan cosas que nunca habrá en esta vida. El cenicero está lleno. Los ojos parecen llenos de ceniza también. Suena la campana. Afuera ya no llueve pero adentro continua el diluvio.

Se acaba la canción. Aún le queda una más al disco. Se quita el disco, olvidado queda. Sólo se recordará por siempre la frase que a todo el mundo deja enamorado “¿Soy yo en el que piensas cuando te sientas en tu silla de mimbre bebiendo conejitos rosas?” Llega alguien más y silba. Pero todo ya acabo. Se cierra el bar y todo vuelve a la normalidad. Excepto ese puro que se quedó prendido en la obscuridad. Se va consumiendo con el tiempo y en algún momento se apaga. Perfecta analogía. 

jueves, 19 de mayo de 2016

Todos los caminos

Todos los caminos

Este camino que estoy siguiendo
conduce a tus brazos,
conduce a un bracero encendido
y a un lecho revuelto,
a tus ojos brillando en la mitad de la noche
y a un par de palabras que dicen menos que tus manos.

Este camino me lleva, poco a poco,
a un cálido viento de verano,
a tu ombligo por las mañanas,
y a tus dedos persiguiendo miradas,
a una montaña, tal vez,
y a un mar infinito, tus labios, tal vez.

Pero nos vamos descubriendo,
como acechando posos de agua,
como respirando un aire a pinos y sal,
dejando que en un instante
quepan todos los peros del mundo,
dejando que en un suspiro
se nos vayan todos los autobuses,

Y es que te he mirado, eso es todo,
y, presintiendo un quedo olor a flores,
te he dejado respirar entre mis manos,
cortándome la respiración,
pensando que esto debe ser
el color del cielo,
el sonido de un tren al partir,
el sabor de una mirada retrasada,
el temblor del todo al tocarnos.



Ian García Varona

martes, 17 de mayo de 2016

Descripción inacabada, vana, sin fundamentos, torpe e irrelevante

Descripción inacabada, vana, sin fundamentos, torpe e irrelevante

Sinestésica,
sintáctica y
sinfónica.

Falsa,
faltante y
fálica.

Primigenia,
prismática y
primerisa.

Manchada,
mansa y
manca.

Cretina,
cremada y
creíble.

Torpe,
torcida y
tornada.

Presa,
precaria y
pretenciosa.

Anacrónica,
anal y
anagrama.

Cursiva,
curvilínea y
curtida.

Infinita,
infame y
ínfima.

Culta,
culpable y
culminable.

Perezosa,
personal y
permitida.

Prohibida,
prometedora y
pronta.

Berreante,
basta y
básica.

Imprecisa,
impersonal y
imperceptible.

Cruel,
cruzada y
cruda.

Destructora,
desdichada y
deseable.

Fingible,
fina y
fin.


Palabra. 

viernes, 13 de mayo de 2016

Me he perdido

Me he perdido en ti tantas veces, la primera vez fue un tus ojos, hijos de la noche, oscuros y brillantes. Apenas salia y encontré tu boca, donde navegue noche y día, tempestuosa como la ira del mar. La tercera vez que me perdi fue en tus senos,
ahí aprende a gustar de lo desconocido, 
aventuras nacieron al recorrer tus piernas, 
me he perdido tantas veces sobre ti.
Aun me maravillo con cada encuentro, 
sin embargo,
fue en aquel primer naufragio de tus ojos, 
donde quede atrapado, me he adentrado tanto en ellos pues no deseo ser rescatado

miércoles, 11 de mayo de 2016

Resumen del silencio

Resumen del silencio


Una toalla se desliza hacia un lado de la mesa,

me miras "he visto esto",
yo no te miro "me parece que sí",
bailamos, pero eso fue antes,
escapándonos de las luces,
caminábamos, pero eso fue después,
reducías tus pasos en la grava suelta,
algo pasó entonces, pero no recuerdo qué,
debió haber sido una palabra,
luego las sombras de los autobuses,
el dolor de cabeza, etcétera,
"no sé nada de tus ojos" te busqué,
"está bien" sonreíste.



Ian García Varona

viernes, 6 de mayo de 2016

Ten engaño

Te engaño con el corazón en la mano,
cuando digo que te quiero,
cada vez que te beso y suspiras,
en cada tierna caricia.
Te engaño sin remordimientos
siempre mirándote a los ojos,
sonriendo, porque no te das cuenta,
he estado con otra, una amante del fuego,
bailarina de pies ligeros,
salvadora y verdugo,
tempestuosa como tormenta de mar.
Deificada con pasión,
sin martirios, ni calvarios.
Pero a ti te sacrifico, te ofrendo
siempre en busca de su gloria,
eres el fuego que alimenta
sus ojos de carbón,
ojos que son diamantes y llamas.
No te culpo si ya no me amas,
Te he engañado todo este tiempo
incluso mientras escribo esto
 esa de la que hablo en estas palabras
eres tú…cuando te transformas
 mujer apasionada.